Originario de Oaxaca y radicado en la la Ciudad de México, Daniel Ruiz transforma la flor en gesto, en materia que respira y se eleva. Desde su estudio, Xochipilli, explora el arte floral como un puente entre lo terrenal y lo espiritual, un territorio donde el color, la fragilidad y la memoria dialogan. Su práctica parte de lo efímero, pero busca la permanencia en la emoción; cada pieza nace del deseo de honrar la vida a través de la transformación.

En esta escultura colgante creada para el Día de Muertos, el amaranto, el clemolito, la gladiola, el cempasúchil y la inmortal se entrelazan en un ciclo de ascenso y caída. La, suspendida y sinuosa, evoca el movimiento de lo migra entre mundos: una ofrenda que no reposa sobre la tierra, sino que flota como una memoria que aún arde. Daniel convierte la flor en respiración suspendida, en un recordatorio de que el duelo también florece y que, en su tránsito, la muerte es solo otra forma de color.

Para conocer más trabajo del artista, visita:
ig @xochipilliestudio